Desde hace siglos, miles de personas desinteresadas dejan su vida atrás para convertirse en misioneros y llevar la ayuda que muchos necesitan a otros lugares menos favorecidos del planeta. En la mayoría de casos, estas misiones tienen que ver con la labor evangelizadora de la Iglesia, sobre todo la católica, que envía a estos misioneros a lugares donde pueden ayudar a los más desfavorecidos mientras también les muestran las bondades de los Evangelios y las enseñanzas de Cristo.
No es un camino fácil, desde luego, aunque es uno de los más heroicos que podemos tomar, precisamente por su dificultad. Los misionero son personas que deben dejar todo atrás para irse durante un largo tiempo a un lugar muy lejano, que seguramente ni siquiera conozcan, y tratar de ayudar en todo lo posible a comunidades que viven de una forma tremendamente humilde. Uno siente esa llamada a la vocación como podría sentir la de cualquier otro trabajo.
En este caso, los misioneros apenas ganan para poder vivir en donde están de misión, y no es un trabajo que les vaya a hacer ricos, pero eso no es importante, porque no lo hacen por el dinero, sino por todo lo que son capaces de entregar, por la forma en la que pueden ayudar a los demás.
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