En un mundo en el que el sexo está cada vez más presente, de forma explícita incluso, en casi todas las facetas de la sociedad, el islamismo se ha mantenido firme en su visión. Para algunos, esto es positivo porque sostiene una tradición en valores que hace más fuerte a esta creencia. Para otros, es quedarse atrás ante un mundo que sigue evolucionando… aunque no sepamos hacia dónde, en realidad. Lo que sí es cierto es que para los árabes, al menos de manera social, el sexo es todavía un tabú demasiado fuerte. La situación varía según el país, por supuesto, porque no es lo mismo vivir en Marruecos o Turquía que en Afganistán. La predominancia de la propia Sharia, la ley sagrada para los musulmanes, marca igualmente la fórmula en la que se trata el sexo de puertas para afuera. Y es que dentro del matrimonio, el aspecto sexual solo compete a los propios miembros de la pareja, sin que nadie deba meterse ni en sus prácticas ni en sus preferencias.
El mundo occidental sigue mirando con desconfianza a los países islámicos, más aún después del 11S. El atento que marcó el verdadero cambio de ciclo, de un milenio a otro, es una herida demasiado reciente. Lo que ha venido después, con guerras, conflictos en países occidentales con terrorismo islámico de por medio, tampoco ha ayudado demasiado a calmar la situación. El tradicionalismo de los musulmanes les hace mantener sus creencias y costumbres incluso estando en otros países. Para ellos, la ley sagrada está por encima de cualquier otra ley humana, y eso puede suponer también un problema. Sobre todo cuando entendemos que en el Islam, la mujer sigue bastante sometida al hombre, sobre todo a su esposo y a su padre, porque así lo dicta el propio libro sagrado. Existe esa doble visión de mujer sagrada y venerable, pero también la de esposa fiel y sumisa que debe darle al marido todo lo que él necesite. La igualdad de derechos sigue siendo, a día de hoy, una gran quimera, hasta el punto de que existen incluso algunos trucos dentro del Islam para que los hombres puedan practicar un tipo de poligamia “aceptada”. Se trata del matrimonio rápido, que se da en varias congregaciones islámicas.
Una sociedad muy restrictiva en cuanto al sexo
Antes de hablar del matrimonio rápido vamos a poner en contexto todo lo que supone el sexo en el Islam. Un tema del que todavía no se habla en público, al ser considerado como algo vulgar y poco recomendable. El sexo debe quedar en la intimidad, y lo contrario se ve como algo amonestable. Pero es que para un musulmán con férreas creencias islámicas, una mujer que no lleve nihab también puede ser sinónimo de “sexualidad desatada”. Los tiempos están cambiando y las mentes se abren poco a poco, pero la sociedad islámica es, por lo general, muy cerrada y restrictiva en lo que al sexo se refiere. El tabú que peso sobre la temática sigue siendo muy fuerte, pero eso no significa que el sexo deje de tener importancia en esta sociedad, porque al fin y al cabo es una de las consecuencias de nuestra propia naturaleza humana.
El sexo deviene del deseo por las personas que nos gustan, y en última instancia, de nuestra querencia por expandir nuestros genes y nuestra propia especie. Todos tenemos ese instinto dentro, aunque es cierto que nuestro carácter social lo puede someter, o incluso reprimir. Sin embargo, esa situación de represión puede llevar a un problema mucho mayor, y es que el sexo se convierta en una obsesión al no poder desarrollarlo de una manera sana y recurrente. En una cultura donde lo sexual está tan tapado, en muchas ocasiones se buscan subterfugios para disfrutar de esa pasión y de ese deseo especial. La prostitución existe en el mundo árabe, aunque se la margina y se la obvie. El sexo fuera del matrimonio, castigado como adulterio por muchas de las ramas del Islam, también se da en la realidad… solo que a través de un quiebro legal.
El matrimonio por horas, permitido
Dentro del Islam existe una alternativa al matrimonio más habitual y respetado, que cumple una función diferente. El matrimonio por horas, también conocido como matrimonio de visita, permite a los hombres y mujeres “casarse” de forma legal pero sin la necesidad de aceptar ciertos detalles de las relaciones matrimoniales tradicionales. Por ejemplo, en el Islam todo hombre debe proveer a su mujer y a su familia, o de lo contrario no podrá casarse con ella. La mujer, a su vez, debe lealtad y fidelidad al marido, y también acepta entregarse a él en cuerpo y alma. Para que el matrimonio tradicional se produzca se deben dar ciertas condiciones que quedan en un plano secundario en el matrimonio de visita. Esto permite a muchos hombres mantener relaciones con otras mujeres fuera de su pareja, sin que eso sea visto como algo ilegal ni amoral.
Es, desde luego, un resquicio que muchos han utilizado para adherirse a la monogamia, permitiéndose este tipo de matrimonios con mujeres fuera de sus parejas oficiales. En muchos otros casos también ha permitido que jóvenes sin tantas opciones se puedan casar, de manera legal, aun sin el permiso de sus padres. El matrimonio de visita se conoce como nikah Misyar entre los suníes, y tiene su equivalente casi idéntico en el nikah mutah de los chiitas. Son diferentes versiones que permiten resquicios legales para dar rienda suelta a la sexualidad, en una cultura en la que esta parece limitada solo al matrimonio. Y es que los musulmanes han entendido, como cualquier otra cultura, que es complicado ponerle puertas al sexo, porque el deseo y la lujuria son poderosos motores para el ser humano.
Encubriendo la prostitución
En las últimas décadas se están llevando a cabo una gran cantidad de estudios interesantes en torno a la presencia del sexo en la cultura musulmana. Y son especialmente curiosos por el simple hecho de que los hacen personas que tienen esta religión, pero se han criado en países occidentales, con una visión del sexo mucho más amplia. Es esa dicotomía lo que permite darle un nuevo vuelo a las distintas teorías sobre el matrimonio de visita en el mundo árabe, y su función real. Muchos de estos estudios han concluido que, en la actualidad, este matrimonio por horas se utiliza como una argucia para permitir la prostitución, algo totalmente prohibido en estos países. Aunque el trabajo sexual se persiga de manera reiterativa por los poderes fácticos y religiosos, la prostitución se sigue dando en estos países.
Y es que, como ya decíamos arriba, el deseo sexual es demasiado potente como para reprimirlo por completo. Como ocurría en la Edad Media, los poderes permiten que haya cierta laxitud con los servicios sexuales porque evitan, en muchos casos, males mayores como las violaciones. Es por ello que el matrimonio por horas, que se puede llevar a cabo en la habitación de un hotel, sin testigos ni votos de por medio, sirve también para encuentros casuales con profesionales del sexo. Es una verdad muy conocida en todo el mundo árabe, pero a la que no se le da mayor importancia. Y es que este truco permite mantener cierto equilibrio social y cultural que ayuda a generar la confianza necesaria en la población.