A lo largo de la Historia, el ser humano ha sido capaz de cometer los crímenes más atroces y despiadados a través de la guerra. Ya sea por poder, por ambición, por religión o por cualquier otro motivo, pareciera que está en nuestra naturaleza eso de enfrentarnos a nuestros congéneres para obtener algo más de ellos. El propio sistema capitalista está fundado en la idea de destacar a toda costa, de llegar más lejos, en una ambición desmedida que mal entendida puede hacer que nos llevemos por delante a los demás. La guerra, por desgracia, es una constante en nuestra Historia. En cualquier lugar, en cualquier cultura, en cualquier época, los conflictos han sido devastadores y se han llevado muchas vidas por delante. Y no hablamos solo de los militares enfrentados en batalla, sino también de la población civil que sufre las consecuencias de estos conflictos. El siglo XX fue especialmente cruento en cuanto a guerras en distintos países y regiones del mundo. Cuando se supone que el ser humano ya había llegado al punto de entenderse a través del diálogo y la diplomacia se seguían dando graves conflictos armados.
Las dos Guerras Mundiales supusieron un punto de inflexión durante la primera mitad del siglo, y más tarde, la Guerra Fría provocó millones de muertes en enfrentamientos por toda Asia. Hoy en día todavía seguimos sufriendo esta maldición, en países como Etiopía o Sudán, pero también en Palestina o en Ucrania, lugares supuestamente del primer mundo. Los crímenes de guerra han colocado a ciertas figuras históricas en una situación delicada, o directamente negativa. Cuando uno piensa en el peor ser humano que haya existido siempre recurre a las imágenes de dictadores como Mussolini, Hitler o Stalin. Sin embargo, la imagen varía mucho dependiendo del “bando” al que nombremos. Y es que en nuestro pensamiento maniqueista habitual, el ser humano siempre divide entre buenos y malos. Y si hay alguien terrible en un bando, los de enfrente deben ser buenos. No siempre es así, y no todos han cargado con esa leyenda negra. En Japón, por ejemplo, apenas se habla de la crueldad de su ejército con la ianfu en tiempos pasados…
Mujeres coreanas y chinas que fueron engañadas
En el contexto de la Segunda Guerra Mundial, el Ejército Imperial Japonés controlaba, desde décadas antes, una gran extensión dentro de la Asia Continental. De hecho, toda la península de Corea, parte de China e incluso otros lugares del sureste asiático estaban bajo dominio de las tropas niponas, que eran especialmente expeditivas.
No tenían ningún problema en masacrar a poblaciones civiles para llevarse por delante cualquier ciudad. Y tampoco le hacían ascos a la esclavitud sexual de mujeres de otros países, que eran utilizadas como prostitutas forzadas en ciertos lugares. Se las conocían como ianfu, que traducido vendría a significar algo así como mujeres de consuelo. Un trágico eufemismo para esconder una realidad cruel y de la que todo un país debería seguir avergonzándose a día de hoy.
Se convertían en mujeres de consuelo
El Ejército Imperial Japonés obligaba a estas mujeres a prostituirse en estaciones de consuelo repartidas tanto por Japón como por la parte dominada en Asia. Eran engañadas en algunos casos, prometiéndoles trabajos en fábricas o restaurantes. En otros muchos casos sencillamente se las secuestraba para que llevaran a cabo estos servicios de consuelo sexual de forma forzada. El número de víctimas de este tipo de esclavitud varía muchísimo, pero se estima que pudieron ser en torno a 100.000 las mujeres abusadas de esta manera. Procedían de todos los países bajo dominio japonés, aunque la mayoría eran chinas o coreanas. Se les habilitaban cuartos en las estaciones de consuelo, burdeles ambulantes que se construían en algunas ciudades donde había bases del ejército japonés.
Su función era la de satisfacer a los soldados nipones. La finalidad de estos secuestros era proveer a las tropas de mujeres con las que poder tener relaciones sexuales y desfogar sus ansias en las batallas. Era algo por desgracia habitual en los grandes ejércitos, para evitar las enfermedades venéreas o también las violaciones a población civil. Las estaciones de consuelo funcionaban como burdeles “oficiales” del ejército, y mientras las chicas eran obligadas a tener sexo allí, las civiles de la zona respiraban tranquilas… al menos por un tiempo. También fueron muchas las que se trasladaron de manera forzosa a Japón para servir como prostitutas en el propio país, donde este trabajo estaba ya bastante extendido. Durante años, la expresión mujer de consuelo se utilizó para tratar de ocultar la realidad de la explotación sexual durante la Segunda Guerra Mundial.
La esclavitud sexual en la Segunda Guerra Mundial
Por desgracia, la guerra no solo trae muerte, perdición y miseria por los territorios por los que se lleva a cabo. La poblacióncivil tiene que emigrar en muchas ocasiones, convirtiéndose en refugiados de guerra. Otras veces son masacrados sin piedad por el ejército enemigo, o son utilizados como prisioneros. Las mujeres no solían ser víctimas mortales en las guerras, pero sí que se las escogía para este tipo de fines. La esclavitud sexual estaba bastante extendida en la Segunda Guerra Mundial, en ambos bandos. Aquí no había buenos y malos, sino que todos cometieron crímenes atroces que todavía hoy resuenan en las mentes de aquellos que pudieron conocer de cerca ese horror. La Segunda Guerra Mundial significó seguramente el punto más detestable del ser humano en su historia.
Las mujeres que eran tomadas como esclavas sexuales tuvieron una vida muy complicada en las zonas donde las explotaba. Tenían que estar al servicio de los mandatarios imperiales, y satisfacerles en todos sus caprichos, fueron o no sexuales. Al terminar la guerra, muchas mujeres fueron liberadas, aunque las secuelas ya eran imposibles de corregir. Algunas volvieron a sus países de origen, con una situación vergonzante. Otras se quedaron en Japón y continuaron de hecho en el trabajo sexual, porque las secuelas eran tan graves que no podían hacer otra cosa. Con el paso de los años, las Naciones Unidas consiguieron reprobar de manera oficial estos crímenes realizados durante la guerra, y desbancar definitivamente el término mujeres de consuelo. En Japón, sin embargo, el término ianfu todavía es muy utilizado.
La prostitución en Japón
La prostitución en Japón ha sido aceptada durante muchas décadas, aunque solo de manera no oficial. Las oiran, prostitutas japonesas, han estado siempre presentes en el imaginario del país, y también lo estaban en la época en la que el ejército reclutaba a las ianfu. Actualmente, la prostitución está prohibida en Japón, aunque solo por la penetración.
El sexo oral o la masturbación, por ejemplo, no se consideran prostitución así que pueden ser llevados a cabo por las profesionales. Muchas mujeres trabajan en casas de masajes, negocios de prostitución encubierta. Los japoneses tienen una visión del sexo bastante reprimida, pero ya que en público es un gran tabú, pero en privado son capaces de las mayores fantasías y fetiches. La prostitución sigue siendo un tema poco hablado en Japón, y de hecho, para muchos no existe, aunque saben que se da.